Foto: Fotografía: Colección Jaro Pitro. Derechos reservados.

Antiguo mercado público:

El corazón de Getsemaní
LA HISTORIA

El mercado público -tan esencial en la vida del barrio- comenzó como un espacio mucho más elegante y atractivo visualmente de lo que se conoce de su final en 1978, cuando se había desparramado por las calles aledañas, atendía a una ciudad unas diez veces más grande y armaba un cortocircuito de tránsito y peatones.

Con su traslado a Bazurto se fue una época del barrio. En cierto sentido al final de sus días el mercado y el puerto eran casi una misma cosa. Al trasladar el uno, se remató la vida del otro, que venía desde la Colonia. Detrás de lo que el resto de la ciudad percibía como desorden también había mucha vida, costumbres, gente que trabajó allí por décadas y allí hizo su vida cotidiana. Todo un entramado social que cambió radicalmente.

Su historia es tan extensa que la contaremos en dos partes. En esta entrega nos ocuparemos de cómo fue al comienzo, cuando se convirtió en un nuevo referente de la ciudad. En la siguiente (abril) recordaremos cómo fue esa caótica y vibrante vida de sus últimas décadas, algo que muchos del barrio recuerdan porque alcanzaron a vivirlo de una u otra manera.

El mercado nació a finales del siglo XIX porque Cartagena no tenía un mercado público unificado tras casi cuatro siglos de existencia. Antes había pequeños abastos en la ciudad. En la época colonial “La plaza de mercado (...) estaba constituida por  vendedores de pescado, pequeñas tiendas llamadas “graneros” y la llamada carnicería”, según explica un estudio de la Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB) y la Universidad de Massachusetts. En un mapa de 1571 aquella carnicería aparece en la Plaza de la Aduana. Por mucho tiempo abasteció tanto al mercado local como a los barcos que atracaban en el muelle. La venta de cerdos era el motor principal de esos negocios. Los miércoles era el día del mercado de hierbas, como le decían al de verduras, en la misma Plaza de la Aduana.

Por su parte, la historiadora cartagenera, María Teresa Ripoll, nos explica que el mercado “nació porque había muchos mercados satélites y tenían que organizarlos en un sitio. En donde se hizo era perfecto por las barquetas que traían las mercancías de otros lugares”.

El diseño de Jaspe era de corte neoclásico, con una gran portada con columnas y un frontispicio, ese doble piso que se ve sobresalir en la foto de apertura de esta historia. Esa era la entrada principal, que miraba hacia el Camellón de los Mártires donde hoy queda el Patio de Banderas del Centro de Convenciones. Adentro había otras cuatro entradas laterales dos para el lado del puerto y otras dos para la calle.

Para el nuevo mercado “inicialmente fueron construidas 44 tiendas espaciosas que podían expandirse tanto adentro como afuera. El edificio tenía 6.216 metros cuadrados, con 55 de ancho y 111 metros de largo, y costó cien mil pesos. Dos de sus lados quedaban a las orillas de la Bahía de las Ánimas facilitando la entrada de víveres por el muelle”, escribieron María Clara Lemaitre y Tatiana Palmeth en su libro Getsemaní: el último cono donde desembocan los vientos.

“El Mercado Público se construyó sobre el antiguo baluarte de Barahona, que fue demolido y sobre cuya base se hizo el nuevo edificio. Inicialmente era solo un volúmen que constaba de varios cuerpos y a la entrada, por lo menos hasta las fechas más recientes, había joyerías. Uno de los dueños eran doña Ligia de Rivera y el otro, el señor Constantino Torres. Es curioso entrar  a un mercado con una joyería”, asegura Rodolfo Ulloa, arquitecto restaurador, quien agrega que eso es común en algunos mercados árabes.

“El mercado se dividía en varias secciones: un sector de carnes (abierto en 1920) y uno sector de granos (1925). Posteriormente, se le agregó un pabellón para zapaterías y otros comercios (1955) que facilitó las compras de los cartageneros, ya que en esa época no existía una central de abastos”, precisa el documento de la UTB.

“Las carnes y pescado estaban hacia el fondo donde también estaban el tabaco y los sastres. Esto fue muy dinámico y cambiante. Había locales comerciales en el perímetro exterior, abarrotes y verduras. Llegó un momento en  los años 70 que había puestos de carne a las afueras”, agrega Ulloa.

“Las secciones fueron mutando del principio al final. Los pabellones principales pudieron haber mantenido la provisión de abarrotes, y verduras en las zonas centrales. Pero el perímetro fue dinámico”, dice Ulloa. Ese derrame en los alrededores de los mercados públicos fue una nota común en muchas otras ciudades. De hecho solo hay que pensar en la situación del actual mercado de Bazurto, que repitió la historia de un inmueble bien diseñado que terminó desbordado hacia su exterior.


La vida misma en un mercado

“En sus primeros años la gente iba al mercado bien vestida; mujeres con vestidos y lazos hermosos; hombres vestidos de lino, con chaquetas y trajes. Digamos que si el comprador se ponía su mejor gala, el vendedor también. Las personas de clase media y baja iban directamente a comprar. La élite mandaba a sus empleadas”, dice Ulloa.

“La vida social estaba representada allí porque ese era el mercado de la ciudad. Antes de que hubiesen estas megatiendas, mi mamá iba a mercar con una canasta y había el jóven que se la cargaba mientras ella iba comprando y echando las cosas. Al final le daban una propina. Uno podía comprar zapatos, medias, cosas para el colegio. El edificio tenía muchas cosas. Te hablo de los años 50 que fue lo que vi” afirma María Teresa Ripoll.

Manuel Madrid, habitante de Getsemaní recuerda sus días cuando caminaba dentro del mercado “Yo me crié ahí y en la Plaza del Pozo. Allá siempre me rebuscaba de pelao, íbamos a vender y después a jugar acá  en la calle Lomba, del Carretero, en la plaza del Pozo y la Trinidad”.

“El mercado viejo era el escondite de nosotros. Allá uno siempre se rebuscaba con la gente del pescado en La Troja. Me rebuscaba vendiendo cangrejo, abriendo bocachico, nos íbamos para las lanchas que venían del Quibdó en aquella época. La gente llegaba a comprar coco de aquel lado, entonces uno les hacía el viaje”.

“El mercado estaba distribuido por secciones, del lado de El Arsenal estaban los carpinteros Riberas, donde arreglaban lanchas. Después venía una sección donde arreglaban el pescado. Había otra sección que las llamaban Las Mallas, donde estaba la bodega de Salomón”.

“De ahí para allá, había unas ventas de comida. Más adelante había una sección que llamaban La Troja donde picaban el pescado, pero acá lo fritaban. Siguiendo de La Troja venía la sección donde vendían gallinas, ñame. Había otra donde llegaban productos de Bocachica, de Caño de Loro, de todos esos pueblos. Había unas bodegas que vendían cocos, pero estaban hacía el agua y del otro lado habían almacenes grandes de víveres y abarrotes. De ahí para allá hasta llegar al Camellón de los Mártires. Esa sección era diferente, había vainas de ropa”.

“Algo que no se me olvida es que los campesinos de la Sabana y Sucre vendían pájaros ornamentales. También que los plátanos iban hasta la bahía sobre la playa de Baranoa. Eran pilas enormes de racimos. Incluso tenían unos muelles de madera. Había gente que los negociaba en el Arsenal”, recuerda Ulloa. Otros recuerdan que por la zona donde hoy es un parqueadero a lo largo de la calle de Arsenal hubo por décadas una carbonera, en épocas en que la electricidad en las casas aún no era de uso común.


El puerto esencial

Al auge del mercado contribuyó el que hubiera un puerto previo conectado con toda la región y cuyos navíos al mismo tiempo eran compradores. El mercado generó su propia actividad marítima al incorporar un muelle y un embarcadero propios que albergaban hasta 30 goletas, que igualaban en número a las que atracaban en la playa del Arsenal.

“¿De dónde venían los productos? De pueblos al borde de Panamá hasta acá. Traían toda la mercadería bordeando la costa. Venían también del río Sinú, hacía los lados de Lorica. Por el canal del Dique también. Venía con bocachico y la pesca y al mismo tiempo se llevaban para tierra adentro ropa para los campesinos la mayor parte de dril o lino y algunas telas traídas por los comerciantes sirio libaneses. Se llevaban mucho; vasijas de barro, cucharas de totumo, hojas de peltre, elementos de aluminio y otros materiales. Cartagena estaba preparada para su propio abastecimiento: en las puertas de Getsemaní y San Diego había huertas y solares con árboles frutales, como por ejemplo donde hoy está la casa de García Márquez”, complementa Ulloa.

Las embarcaciones a las que se refiere Ulloa era goletas, unas embarcaciones a vela de dos mástiles que por mucho tiempo eran parte del paisaje en la bahía de las Ánimas y todavía se ven en las fotos antiguas. Ocupaban el muelle de Los Pegasos y toda la orilla del mercado incluyendo el Playón del Arsenal. Su navegación se llamaba cabotaje, porque iban guiándose de cabo a cabo en el mar para no perder de vista la costa.


 

Cronología del Mercado


1880 aprox.

Comienzan las discusiones sobre la necesidad de un mercado centralizado y moderno, para una ciudad en crecimiento. La conexión entre higiene, salubridad y ciudades modernas se estaba fortaleciendo.

1891

El 31 de diciembre el Municipio autorizó un desembolso de 80 mil pesos para la construcción del mercado público.

1896

El 11 de noviembre de 1896 se coloca la primera piedra. Fue diseñado por Luis Felipe Jaspe Franco, el mismo de la Torre del Reloj, del teatro Adolfo Mejía, del parque Centenario, las plazas de Bolívar y la Fernández Madrid, entre sus principales obras.

1904

Se abre en febrero. La construcción estuvo a cargo de Joaquín Nicasio Caballero Rivas, bajo el seguimiento de Jaspe.

1920

Se abre el sector de carnes.

1925

Se abre el sector de granos.

1936 aprox.

Ya se podía observar la venta de productos por fuera del edificio, lo que obstaculizaba el paso de los compradores y transeúntes.

1955

Se abre el sector de zapaterías y otros comercios.

1962

El 4 de septiembre ocurrió “El gran incendio” que arrasó con muchos negocios del mercado y destruyó gran parte del techo del pabellón principal (reconstruido en 1963).

1965

El 30 de octubre estalló en el almacén Olímpica un buscapiés y se produjo una gran explosión en la edificación, afectando la puerta principal y el ala derecha frontal del mercado.

1978

Traslado definitivo del mercado a la actual locación en Bazurto


Fuente principal: Mercado de Bazurto: ¿Cómo gestionar el cambio? Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB) y Massachusetts Institute of Technology (MIT)

La historia del fin del mercado, con el incendio, las razones que llevaron a moverlo y cómo fueron esos días del año 78 serán el tema de la siguiente entrega de esta historia, en  nuestra edición de abril.